Enfrentar la violencia contra las mujeres en los sistemas de salud
Enfrentar la violencia contra las mujeres en los sistemas de salud: una responsabilidad global impostergable
Por el Grupo de Trabajo de Mujeres y Medicina Familiar de WONCA CIMF
El 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y el Grupo de Trabajo de Mujeres y Medicina Familiar de WONCA CIMF organizó un panel de conversación en español, liderado por la Dra. Jaqueline Ponzo, MD, expresidenta de WONCA CIMF.
El panel contó con la participación de la Dra. Viviana Martínez-Bianchi, MD, presidenta de WONCA; la Dra. Amarantha Nieto Trujillo, de la Federación Mexicana de Especialistas y Residentes en Medicina Familiar y coordinadora del Grupo de Trabajo de Mujeres Médicas Familiares; la Dra. Raquel Gómez Bravo, MD, MSc, PhD, expresidenta del SIG de Violencia Familiar de WONCA; la Dra. María Pilar Astier Peña, MD, MSc, PhD, presidenta electa de WONCA y vicepresidenta del Grupo de Trabajo de Política y Abogacía de WONCA Europa; la Dra. Mónica Raimundo Carrera, médica familiar de Ecuador; y la Dra. Paola Carranza, coordinadora del Grupo de Mujeres Médicas de Familia de Colombia.
El evento contó además con el valioso apoyo de la Dra. Lusy Paulyna Orellana-Navarrete, MD, MSc, PhD, coordinadora del Grupo de Mujeres Médicas Familiares de Ecuador, y de la Dra. Claudia Marcela Guerrero Flores, MD, coordinadora del Grupo de Mujeres Médicas Familiares de Bolivia.
La violencia contra las mujeres es una de las violaciones de derechos humanos más extendidas y normalizadas en el mundo, pero una de sus manifestaciones más invisibles ocurre dentro de los propios sistemas de salud. Tanto en la atención a las pacientes como en los espacios laborales donde trabajan millones de mujeres profesionales, la violencia y la discriminación siguen siendo frecuentes, subestimadas y profundamente dañinas¹–⁵.
A pesar de que la violencia contra la mujer se identificó como una prioridad sanitaria en las directrices de 2013 publicadas por la OMS y en la resolución de la 67.ª Asamblea Mundial de la Salud sobre el fortalecimiento del papel del sistema de salud en el abordaje de la violencia, en particular contra las mujeres y las niñas. Como médicas y médicos de familia, somos testigos directos de estas realidades. Vemos los efectos de la violencia en el cuerpo, en la mente, en la salud sexual y reproductiva, y también en la trayectoria profesional de nuestras colegas. Pero también sabemos que los mismos sistemas llamados a sanar pueden convertirse en espacios inseguros, desiguales y, a veces, violentos⁶–⁷.
Nos reunimos como mujeres líderes en este conversatorio de CIMF para describir la realidad de este problema:
La violencia basada en género en entornos de salud es real, es global y es prevenible. Y es importante debatir estrategias para abordarla. Estas son esenciales para construir sistemas de salud seguros, confiables y equitativos para todas las mujeres, ya sean pacientes, profesionales o trabajadoras comunitarias⁸–⁹.
La magnitud global: un problema de salud pública y de derechos humanos (Ref 1–7)
A nivel mundial, una de cada tres mujeres mayores de 15 años ha sufrido violencia física o sexual. Pero un hecho menos reconocido es que los entornos de salud también reproducen patrones de violencia y discriminación.
La violencia en salud basada en género se refiere a cualquier acción u omisión -intencional o no- dentro de los servicios de salud que cause daño físico, sexual, psicológico o moral a una mujer por razones asociadas a su género.
Incluye prácticas que vulneran su autonomía corporal, su dignidad, su derecho al consentimiento informado y su acceso equitativo a la atención.
En hospitales, clínicas y centros comunitarios, las mujeres pueden enfrentar:
- abuso verbal y humillación,
- procedimientos coercitivos o sin consentimiento adecuado,
- negación de atención,
- discriminación por edad, etnia, idioma, discapacidad o estatus socioeconómico
- estigmatización al buscar servicios reproductivos,
- desestimación de su dolor o síntomas (“sesgo de dolor”),
- falta de privacidad y trato deshumanizado.
Una de sus manifestaciones más visibles ocurre en la atención sexual y reproductiva, especialmente durante el embarazo, el parto, el postparto y en el acceso a métodos anticonceptivos.(Ref 17,18)
Puede expresarse como:
- procedimientos obstétricos realizados sin consentimiento o bajo coerción,
- negación o retraso de analgesia o de atención esencial durante el parto,
- desestimación del dolor o de los síntomas reportados,
- esterilizaciones o anticoncepción impuestas o sin información adecuada,
- trato humillante o deshumanizado durante el parto,
- regaños, burlas, gritos o amenazas,
- separación innecesaria del recién nacido o restricción de acompañamiento,
- discriminación por edad, estado civil, origen étnico, discapacidad, orientación sexual o situación migratoria.
- Negacion de la autonomía de la mujer para decisiones acerca de su cuerpo
Esta forma de violencia -conocida también como violencia obstétrica- no solo afecta la experiencia de atención; puede generar trauma, complicaciones de salud, rechazo posterior al sistema sanitario y pérdida de confianza institucional.
Las consecuencias son severas: mayor riesgo de embarazos no deseados, abortos inseguros, infecciones de transmisión sexual, VIH, complicaciones obstétricas, depresión perinatal, ansiedad y estrés postraumático¹,⁵. Significando inclusive un alto costo pues las mujeres maltratadas por sus parejas hacen un uso extensivo de los recursos de atención sanitaria.
El sesgo de género también afecta al retraso diagnóstico. En particular, los retrasos de problemas cardiovasculares y de cancer ginecologico en mujeres son los mas relevantes.
Violencia y discriminación contra las mujeres que trabajan en salud
Las mujeres representan el 70% de la fuerza laboral de salud en el mundo⁶. Sin embargo, continúan siendo:
- la mayoría ocupan puestos de trabajos peor remunerados⁶,
- las más expuestas a abuso verbal, físico y sexual¹²,
- subrepresentadas en puestos de liderazgo (solo 25%)⁶,
- quienes enfrentan mayores obstáculos al denunciar violencia¹¹.
A nivel mundial, 61.9% del personal de salud reportó haber sufrido violencia laboral¹²:
- 57.6% abuso verbal,
- 33.2% amenazas,
- 24.4% agresiones físicas,
- 12.4% acoso sexual.
En Estados Unidos, durante la pandemia, el 72.8% de las mujeres trabajadoras de la salud sufrió discriminación de género¹⁰.
En obstetricia-ginecología, 27–70% han sufrido acoso sexual¹¹.
En cirugía general, 80% de las residentes mujeres reportan discriminación y 42.5% acoso sexual¹⁴.
Las mujeres jóvenes, racializadas, inmigrantes o LGBTQ+ enfrentan formas de violencia interseccional aún más severas¹⁵.
Además, la violencia afecta su salud mental: síntomas significativamente mayores de depresión, ansiedad y estrés postraumático¹⁶.
La mayoría no reporta los incidentes: en algunas especialidades, menos del 10–12% denuncia formalmente¹¹.
La violencia es estructural: una mirada interseccional
La violencia que enfrentan las mujeres en los entornos de salud no se distribuye de manera uniforme. Las inequidades de género se entrecruzan con desigualdades históricas como el racismo, la pobreza, la orientación sexual, la identidad de género, la discapacidad, la edad, la ruralidad o la condición migratoria. Estas dimensiones multiplican los riesgos, agravan las consecuencias y profundizan las barreras para acceder a justicia, cuidado y protección¹,⁶.
Las mujeres indígenas, afrodescendientes, romaníes, migrantes, mujeres con discapacidad, mujeres trans y mujeres en contextos rurales o humanitarios son más vulnerables a:
- trato deshumanizado y racista en la atención⁶–⁷,¹⁵,²⁶
- negación de servicios o barreras económicas y lingüísticas²,³
- estigmatización de sus decisiones reproductivas¹,²
- mayor exposición a violencia sexual y laboral¹²,¹⁵
- menor credibilidad al reportar síntomas o violencia (“sesgo de credibilidad”)⁷
La interseccionalidad revela que la violencia no es solo interpersonal, sino también una expresión de sistemas de opresión que se reproducen en normas institucionales, jerarquías laborales y políticas sanitarias que no reconocen la diversidad de experiencias de las mujeres⁶,²⁶.
Para construir verdaderos sistemas de salud seguros y equitativos, es indispensable nombrar y desmantelar las estructuras que sostienen el racismo, el colonialismo, el clasismo, el heterocisnormatividad y el capacitismo dentro de la atención sanitaria y de los espacios laborales del sector salud.
La violencia también afecta a quienes cuidan en la comunidad
La mayoría del cuidado en el mundo es sostenido por mujeres fuera de los sistemas formales de salud: madres, hijas, cuidadoras familiares, trabajadoras comunitarias, voluntarias y promotoras de salud. Ellas representan una fuerza de cuidado invisible, esencial para la vida y para la Atención Primaria.
Sin embargo, esta labor -no remunerada o precarizada- expone a las mujeres a múltiples formas de violencia:
- sobrecarga física y emocional, con graves consecuencias para su salud mental y bienestar;
- violencia doméstica o intrafamiliar asociada a la dependencia económica y roles de género;
- agresiones durante la atención domiciliaria o visitas comunitarias, especialmente en contextos de inseguridad;
- ausencia de protección laboral, reconocimiento profesional, seguros o capacitación en seguridad;
- control coercitivo por parte de familiares o parejas cuando ellas asumen la responsabilidad del cuidado.
Este grupo es fundamental para la estructura sanitaria global, particularmente en entornos donde la Atención Primaria se sostiene en promotoras comunitarias, parteras y cuidadoras informales. Sin su seguridad, ningún sistema de salud puede funcionar con calidad ni continuidad.
------Reconocer, proteger y valorar el trabajo de cuidado comunitario es una condición ética y estratégica para la equidad en salud. WONCA debe seguir defendiendo su visibilidad, su bienestar y su derecho a un entorno libre de violencia.
Interseccionalidad: cuando las desigualdades se multiplican
La violencia que enfrentan las mujeres en los sistemas de salud no se distribuye de manera uniforme. Se ve agravada cuando el género interactúa con otras desigualdades sociales, como raza, etnia, pobreza, discapacidad, orientación sexual o condición migratoria. Las mujeres racializadas, indígenas, migrantes, con discapacidad, LGBTQ+ o en situación de pobreza están expuestas a formas más severas y persistentes de violencia y discriminación¹,⁶,⁷,¹⁰,¹⁵.
El racismo estructural y los sesgos implícitos influyen en decisiones diagnósticas, en la desestimación del dolor y en el trato deshumanizado⁶–⁷. Las mujeres migrantes o refugiadas enfrentan barreras lingüísticas, temor a deportación y discriminación institucional que limitan su acceso oportuno a la atención¹⁵. Las mujeres con discapacidad sufren infantilización, falta de accesibilidad física y comunicacional, y restricciones en su autonomía reproductiva¹. La pobreza y la ruralidad incrementan la exposición a violencias y reducen la disponibilidad de servicios de calidad¹–³.
La interseccionalidad evidencia que no todas las mujeres viven la violencia de la misma forma, y por tanto las respuestas sanitarias deben estar diseñadas para reconocer, visibilizar y reducir estas desigualdades, evitando repetir las estructuras que las originan.
Los compromisos internacionales también establecen con claridad que los sistemas de salud deben prevenir y responder a la violencia contra las mujeres. Instrumentos globales como la Agenda 2030 -en particular los Objetivos de Desarrollo Sostenible 3 y 5-, el Convenio 190 de la OIT sobre violencia y acoso en el mundo del trabajo, el Convenio de Estambul y los marcos recientes de la OMS para calidad y derechos en la atención materna, exigen que los Estados garanticen servicios seguros, libres de discriminación y con perspectiva de género.
Estos acuerdos reflejan un consenso mundial: la violencia contra las mujeres en la atención sanitaria y en el trabajo no es tolerable y constituye una grave violación de derechos humanos y laborales. Integrar estos estándares fortalece la rendición de cuentas y convierte la protección de las mujeres en una prioridad institucional ineludible para todos los sistemas de salud.
El silencio como barrera: la subnotificación
El fenómeno es global: las mujeres casi nunca reportan la violencia que viven en los entornos de salud²,¹⁰–¹²,¹⁴.
Las razones son consistentes²,¹⁰–¹²,¹⁴,¹⁵:
- miedo a represalias,
- estructuras jerárquicas rígidas,
- normalización del abuso,
- falta de confidencialidad,
- desconfianza en los procesos institucionales,
- temor a dañar su carrera.
En algunas especialidades, menos del 10–12% de las mujeres que sufren acoso sexual presentan una denuncia formal¹¹,¹⁴. La mayoría permanece en silencio, atrapada entre el miedo y la falta de protección.
La violencia contra las mujeres en los sistemas de salud también tiene un impacto económico profundo, aunque con frecuencia invisibilizado. La pérdida de talento por renuncias y rotación del personal, las bajas médicas asociadas al estrés, ansiedad y trauma, y el aumento del burnout generan costos millonarios para los sistemas sanitarios⁶,¹⁶.
A ello se suman los costos derivados de litigios, incapacidades laborales y disminución de la productividad, así como las consecuencias en seguridad de los pacientes: eventos adversos, errores clínicos y menor calidad de atención¹–³,⁶. Invertir en entornos libres de violencia no solo es una obligación ética y de derechos humanos, también es una decisión económica inteligente para la sostenibilidad y resiliencia de los sistemas de salud.
Cuando los sistemas de salud reproducen violencia
Los sistemas de salud pueden convertirse en espacios peligrosos cuando²,⁶,⁷,¹⁰–¹²,¹⁹,²⁵–²⁸:
- toleran comentarios sexistas o “bromas” ofensivas,
- justifican la ira o agresión de pacientes hacia el personal,
- no implementan protocolos claros de acoso,
- penalizan la maternidad o el cuidado familiar,
- ignoran desigualdades salariales,
- reproducen normas de género que desvalorizan el liderazgo femenino,
- no garantizan un entorno seguro para aprendices, enfermeras y trabajadoras comunitarias.
Un sistema de salud que no protege a su personal no puede proteger plenamente a sus pacientes. Y un sistema que no aborda la violencia contra las mujeres socava su propia credibilidad.
La violencia digital en salud: un riesgo creciente y poco regulado
La expansión de las tecnologías de comunicación ha abierto nuevas formas de ejercer violencia contra las mujeres dentro de los sistemas de salud. Cada vez más estudios documentan acoso sexual y comentarios misóginos a través de plataformas internas de mensajería, correos institucionales o redes sociales profesionales.
La difusión no consentida de imágenes clínicas con fines de burla o humillación constituye una grave violación ética y una forma de violencia digital que afecta particularmente a estudiantes, residentes y trabajadoras jóvenes.
Además, la vigilancia desproporcionada o el monitoreo del desempeño dirigido especialmente a personal femenino refuerza estructuras de control y desigualdad en el espacio laboral. Estas prácticas, aunque a menudo normalizadas o invisibilizadas, generan daño psicológico, afectan la seguridad laboral y deterioran la confianza institucional.
Reconocer la violencia digital como una dimensión emergente de la violencia de género en salud es esencial para poder prevenirla y sancionarla con claridad dentro de los entornos sanitarios.
Qué funciona: estrategias basadas en evidencia
Las intervenciones exitosas son estructurales, no individuales 8, ¹⁷–²⁹.
a. Políticas claras y tolerancia cero¹⁰–¹¹
b. Mecanismos de denuncia seguros y accesibles²–³
c. Integración trabajo-vida y licencias equitativas¹⁹,²⁷
d. Transparencia salarial y de promoción²⁵–²⁸
e. Formación en género y trauma informada en derechos humanos²–⁹
f. Compromiso del liderazgo²⁴–²⁶
g. Coordinación multisectorial⁸–⁹
Los estudios recientes coinciden: las soluciones deben transformar estructuras, no buscar “arreglar” a las mujeres.
a. Políticas institucionales claras y con tolerancia cero
Incluyen:
- definiciones explícitas de violencia y acoso,
- procesos de denuncia seguros,
- protección contra represalias,
- respuesta rápida y transparente,
- sanciones claras para perpetradores.
b. Mecanismos de denuncia confiables y accesibles
Con acompañamiento legal y psicológico, confidencialidad y seguimiento para prevenir revictimización.
c. Integración trabajo-vida y licencias parentales equitativas
Fundamentales para la retención y el bienestar de las profesionales de la salud.
d. Transparencia salarial y de promoción
Auditorías periódicas, bandas salariales claras y criterios transparentes de ascenso reducen inequidades y generan confianza institucional.
e. Formación del personal en enfoque de género y trauma
Debe incluir:
- atención informada por trauma,
- sesgos implícitos,
- abordaje de la violencia,
- cuidado respetuoso en obstetricia,
- apoyo a sobrevivientes.
f. Compromiso del liderazgo
El cambio cultural comienza cuando las y los líderes:
- nombran explícitamente el problema,
- establecen metas medibles,
- evalúan avances,
- diversifican equipos de liderazgo,
- involucran a mujeres en todos los niveles de decisión.
g. Coordinación multisectorial
Salud, justicia, servicios sociales, educación y sociedad civil deben trabajar unidos.
¿Por qué la Medicina Familiar debe liderar?
La Medicina Familiar ocupa un lugar único para ver, actuar y transformar:
- Acompaña a lo largo de la vida
- Construye relaciones de confianza
- Conoce contextos, familias y comunidades
- Está presente en todos los entornos
- Forma a la próxima generación
- Trabaja junto a mujeres altamente vulnerables del sistema
Como lideres en WONCA, creemos que nuestra disciplina puede -y debe- liderar la transformación hacia sistemas de salud seguros y equitativos.
La Medicina Familiar ocupa un lugar único desde el cual podemos ver con claridad, actuar con humanidad y liderar con valentía.
Acompañamos a las personas a lo largo de toda la vida.
Vemos cómo la violencia se vive, se calla, se hereda y se reproduce. También vemos las oportunidades de interrupción y de sanación.
Somos un punto de contacto confiable y continuo.
Las sobrevivientes confían en nosotros. Nuestra continuidad relacional nos permite detectar señales tempranas, brindar apoyo y generar espacios seguros.
Conocemos los contextos, los sistemas familiares y las comunidades.
Sabemos que la violencia está entrelazada con desigualdades sociales, pobreza, migración, racismo, edadismo, discapacidad y desigualdades territoriales.
Estamos presentes en todos los entornos.
Desde zonas rurales remotas hasta grandes ciudades, desde regiones en crisis hasta sistemas de bajos recursos, somos muchas veces la única presencia sanitaria estable.
Formamos a la próxima generación.
Lo que normalizamos o corregimos en la formación define la cultura de nuestra profesión para décadas.
Trabajamos junto a mujeres altamente vulnerables dentro del sistema de salud.
Enfermeras, parteras, auxiliares, trabajadoras comunitarias, técnicas, intérpretes: muchas enfrentan los mayores riesgos de abuso o agresión. No podemos ignorar su seguridad.
Como Presidenta de WONCA, estoy convencida de que la Medicina Familiar puede -y debe liderar la transformación hacia sistemas de salud más seguros, equitativos y con perspectiva de género.
Un llamado global a la acción
Nuestra responsabilidad como comunidad global es:
- Defender y crear sistemas de salud que protejan/sanen y no dañen.
- Garantizar espacios laborales y de formación libres de violencia.
- Asegurar que las mujeres -pacientes y profesionales- reciban atención respetuosa, segura y equitativa.
- Educar con perspectiva de género, trauma y derechos humanos.
- Exigir/Abogar por políticas sólidas y claras, recursos adecuados y mecanismos de rendición de cuentas.
- Fortalecer a quienes sostienen la atención primaria en el mundo.
Conclusión: Hacia sistemas de salud que sanen
No podemos aceptar que los lugares destinados a sanar sean sitios donde tantas mujeres sufren violencia o discriminación. La Medicina Familiar, con su vocación de justicia, humanidad y cercanía, está llamada a liderar una transformación global. El camino hacia sistemas de salud más seguros y equitativos comienza por escuchar, reconocer y actuar. La sanación de nuestros sistemas empieza por proteger a quienes los mantienen vivos.
Para avanzar con urgencia y sin excusas, proponemos:
Acciones inmediatas para los sistemas de salud
- Adoptar políticas públicas con tolerancia cero frente a la violencia y el acoso en salud.
- Garantizar mecanismos de denuncia seguros, confidenciales y libres de represalias.
- Implementar formación obligatoria en género, derechos humanos y atención informada por trauma.
- Asegurar igualdad salarial, transparencia en ascensos y licencias parentales equitativas.
- Crear sistemas de monitoreo y rendición de cuentas, con acceso público a resultados.
Acciones necesarias para WONCA y la Medicina Familiar
- Establecer estándares globales de entornos laborales seguros y con enfoque de género.
- Incluir la prevención y atención de la violencia en la formación, certificación y recertificación.
- Promover liderazgo femenino en todos los niveles de la organización y la disciplina.
- Impulsar investigación que visibilice la violencia y sus impactos en los sistemas de salud.
- Acompañar y fortalecer la protección de las y los profesionales en contextos de riesgo.
Este es un llamado urgente a transformar la cultura de nuestros sistemas sanitarios. Protegiendo a las mujeres, protegemos la salud. Y cuando protegemos la salud, fortalecemos la confianza social, la seguridad de los servicios y el derecho universal a vivir libres de violencia.
Debemos renovar hoy nuestro compromiso: ninguna mujer debe enfrentar violencia para cuidar ni ser cuidada
Referencias
1. Grulich AE, Mercer CH, Sturrock B, et al. Partial Progress in Sexual and Reproductive Health and Rights: The Influence of Sociocultural, Behavioural, Structural, and Technological Changes on Epidemiological Trends. Lancet. 2025;406(10515):2100-2118.
2. García-Moreno C, Hegarty K, d’Oliveira AF, et al. The Health-Systems Response to Violence Against Women. Lancet. 2015;385(9977):1567-1579.
3. Amouzou A, Barros AJD, Requejo J, et al. The 2025 Report of the Lancet Countdown to 2030 for Women’s, Children’s, and Adolescents’ Health. Lancet. 2025;405(10488):1505-1554.
4. Beydoun HA, Beydoun MA. Disclosure of Gender-Based Violence in Developing Countries. Am J Epidemiol. 2014;179(5):613-618.
5. Stein C, Flor LS, Gil GF, et al. The Health Effects Associated With Physical, Sexual and Psychological Gender-Based Violence Against Men and Women: A Burden of Proof Study. Nat Hum Behav. 2025;9(6):1201-1216.
6. Heise L, Greene ME, Opper N, et al. Gender Inequality and Restrictive Gender Norms: Framing the Challenges to Health. Lancet. 2019;393(10189):2440-2454.
7. Bartz D, Chitnis T, Kaiser UB, et al. Clinical Advances in Sex- and Gender-Informed Medicine to Improve the Health of All: A Review. JAMA Intern Med. 2020;180(4):574-583.
8. García-Moreno C, Zimmerman C, Morris-Gehring A, et al. Addressing Violence Against Women: A Call to Action. Lancet. 2015;385(9978):1685-1695.
9. Hegarty KL, Andrews S, Tarzia L. Transforming Health Settings to Address Gender-Based Violence in Australia. Med J Aust. 2022;217(3):159-166.
10. Hennein R, Gorman H, Chung V, Lowe SR. Gender Discrimination Among Women Healthcare Workers During the COVID-19 Pandemic. PLoS One. 2023;18(2):e0281367.
11. Gupta A, Thompson JC, Ringel NE, et al. Sexual Harassment, Abuse, and Discrimination in Obstetrics and Gynecology: A Systematic Review. JAMA Netw Open. 2024;7(5):e2410706.
12. Liu J, Gan Y, Jiang H, et al. Prevalence of Workplace Violence Against Healthcare Workers: A Systematic Review and Meta-Analysis. Occup Environ Med. 2019;76(12):927-937.
13. Jagsi R, Griffith K, Krenz C, et al. Workplace Harassment, Cyber Incivility, and Climate in Academic Medicine. JAMA. 2023;329(21):1848-1858.
14. Schlick CJR, Ellis RJ, Etkin CD, et al. Experiences of Gender Discrimination and Sexual Harassment Among Residents in General Surgery Programs Across the US. JAMA Surg. 2021;156(10):942-952.
15. SteelFisher GK, Findling MG, Bleich SN, et al. Gender Discrimination in the United States: Experiences of Women. Health Serv Res. 2019;54(S2):1442-1453.
16. Hennein R, Poulin R, Gorman H, Lowe SR. Gender Discrimination and Mental Health Among Health Care Workers. J Womens Health. 2023;32(7):823-835.
17. World Health Organization. The prevention and elimination of disrespect and abuse during facility-based childbirth. Geneva: World Health Organization; 2014.
18. Bohren MA, Vogel JP, Hunter EC, et al. The mistreatment of women during childbirth in health facilities globally: a mixed-methods systematic review. Lancet Glob Health. 2015;3(11):e739–e756.
19. Burke E, Darker C, Godson Treacy IM, et al. Interventions to Enhance Gender Equity in Academic Medicine: A Systematic Review. BMJ Open. 2025;15(10):e107096.
20. Lydon S, O’Dowd E, Walsh C, et al. Systematic Review of Interventions to Improve Gender Equity in Graduate Medicine. Postgrad Med J. 2022;98(1158):300-307.
21. Onumah C, Wikstrom S, Valencia V, Cioletti A. Institutional Factors and Women Faculty’s Intent to Remain in Academic Medicine. J Gen Intern Med. 2021;36(7):2039-2047.
22. Purkey NJ, Han P, Woodward A, et al. Advancing Women Physicians in Academic Medicine: A Scoping Review. Acad Med. 2025;100(7):860-870.
23. Ha GL, Lehrer EJ, Wang M, et al. Sex Differences in Academic Productivity Across Academic Ranks and Specialties. JAMA Netw Open. 2021;4(6):e2112404.
24. Farrugia G, Zorn CK, Williams AW, Ledger KK. Career Advice Given to Women Leaders in an Academic Medical Center: A Qualitative Analysis. JAMA Netw Open. 2020;3(7):e2011292.
25. Bona A, Ahmed R, Falvo L, et al. Closing the Gender Gap in Medicine: The Impact of a Simulation-Based Confidence and Negotiation Course for Women in Graduate Medical Education. BMC Med Educ. 2023;23(1):243.
26. Mousa M, Garth B, Boyle JA, Riach K, Teede HJ. Organizational Practices That Advance Women in Health Care Leadership. JAMA Netw Open. 2023;6(3):e233532.
27. Richter KP, Clark L, Wick JA, et al. Women Physicians and Promotion in Academic Medicine. N Engl J Med. 2020;383(22):2148-2157.
28. Winkel AF, Telzak B, Shaw J, et al. The Role of Gender in Careers in Medicine: A Systematic Review and Thematic Synthesis. J Gen Intern Med. 2021;36(8):2392-2399.
29. Ghosh-Choudhary S, Carleton N, Flynn JL, Kliment CR. Strategies for Achieving Gender Equity and Work-Life Integration in Physician-Scientist Training. Acad Med. 2022;97(4):492-496.
30. Williams P, Murchie P, Bond C. Delayed diagnosis in gynecological cancer. Br J Gen Pract. 2019;69(679):e106–e111.
31. Jones S, McNeil M, Koczo A. Updates in cardiovascular disease prevention, diagnosis, and treatment in women. Med Clin North Am. 2023;107(2):285–298.
32. Chen ZB, Aikawa E, Alfaidi M, et al. Institutional Support for the Career Advancement of Women Faculty in Science and Academic Medicine. Arterioscler Thromb Vasc Biol. 2024;44(9):1916-1924.
33. Laver KE, Prichard IJ, Cations M, et al. Interventions to Support the Careers of Women in Academic Medicine and Other Disciplines. BMJ Open. 2018;8(3):e020380.
Ver la grabación del conversatorio
El conversatorio completo, organizado por el Grupo de Trabajo de Mujeres y Medicina Familiar de WONCA CIMF en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, está disponible a continuación.