De la Presidenta – Agosto 2017
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Saludos a todos aquellos que en muchos países os encontráis de vacaciones. Mi único viaje al extranjero desde la última vez que escribí fue el que hice para asistir al excelente Congreso de WONCA Europa en Praga, y en ese momento estoy a punto de hacer una serie de viajes en África, Tanzania, y al Congreso regional en Sud África. En Tanzania, voy a ser una invitada de una de nuestras “organizaciones colaboradoras”, la Federación Internacional de Estudiantes de Medicina (IFMSA), con quienes queremos trabajar más de cerca para promover el perfil de la Medicina de Familia que todavía no tiene suficiente presencia en las escuelas de Medicina de algunos países. Tengo muchas ganas de conocer su presencia a nivel a mundial, y también de conocer algunos de los “pioneros” de la Medicina de Familia de Tanzania que nuestro Presidente Henry Lawson me presentó. Escribiré más acerca de este encuentro en la próxima columna mensual. En Sud África tengo muchas ganas de conocer a los colegas de la región, y también a los jóvenes médicos de Afriwon, y de ver a los ganadores de las becas Atai Omoruto.
Cuando fui al Congreso Europeo en Praga, hablé acerca del rol de los médicos de familia a la hora de construir relaciones y reducir el conflicto social. Globalmente, las fuerzas que dividen a las sociedades en todo el mundo son una fuente de ansiedad, conflicto y amenaza. Los conceptos de tribu y de nación pueden ser una fuente de orgullo, pero también de división. Grupos profesionales como lo son los de WONCA se enfrentan al reto de intentar encontrar valores compartidos, y la voluntad de mejorar nuestras calidades profesionales y nuestro impacto, mientras se respeta ese marco de gran diversidad y de identidades de nuestros miembros y pacientes. Creo, como lo hizo nuestra querida colega Iona Health, que cito aquí, que “la Medicina de Familia es una fuerza para hacer el bien”. Casi todos los miembros de WONCA están trabajando con gente de diferentes orígenes, culturas y marcos sociales, tanto por lo que respecta a sus pacientes como a nuestros propios colegas: también cuando trabajamos con gestores externos, como líderes de la comunidad, y políticos. Realmente, este es un gran privilegio y un placer, aunque sus mundos, experiencias y prioridades sean muy distintas que las nuestras, necesitamos ser hábiles a la hora de trabajar con otros; y también, a veces, levantarnos para denunciar algunas cuestiones.
Siempre existe el riesgo que conlleva el exceso poder y, por el contrario, el riesgo de la falta de poder – quién tiene los recursos toma las decisiones: ¿tenemos voz en este ámbito, o está realmente fuera de nuestro control? Al enfrentarnos con estos riesgos, nuestros valores pueden hacer que coincidamos, permitiéndonos ser más resistentes y persistiendo más en los retos que están por llegar – pero también hay momentos en los que pueden dividirnos.
Una forma importante para que los médicos de familia podamos superar el conflicto y actuar como modelos para una sociedad inclusiva, es haciendo que nuestra práctica sea abierta y aceptable por todos los pacientes en sus diferentes contextos. Por ejemplo, un paciente pide que se le reciba con su nuevo nombre, incluso cuando su historial sigue conservando el nombre antiguo: los pacientes que utilizan el inglés como su segunda lengua pueden tener dificultades a la hora de utilizar un sistema telefónico para pedir cita o, por ejemplo, una mujer puede tener preferencias culturales concretas a la hora de elegir una médica en lugar de un médico. Una comunidad que esté llena de conflictos y tensiones sociales puede, en cambio, sentirse compenetrada en una sala de espera, en un grupo de participación de pacientes, o en un encuentro de líderes comunitarios organizado por parte del médico de familia para intentar apaciguar las luchas locales y el dolor. Para conseguir todo esto se necesitan habilidades interpersonales, y hay que gestionarlo con valores profundos de gran profesionalidad que hay que extender a todo el equipo.
Y esto también se refleja dentro de la consulta – cómo de sensible soy respecto al contexto de mis pacientes, hasta qué punto me siento preparado para involucrarme en cuestiones personales que pueden ser muy complejas y que pueden suponer un reto para mi sistema de valores, y cómo puedo ayudar en el proceso de curación – o, desde luego, si pongo en entredicho las creencias y costumbres de mis pacientes porque pienso que estos pueden ser estar teniendo conductas dañinas para ellos mismos y para los otros – estas habilidades son tan intrapersonales como interpersonales, ambas forman una parte particularmente sofisticada de nuestra formación como residentes y en el desarrollo profesional posterior, y nuestra disciplina ha puesto mucha energía intelectual en ellas.
Todavía más ambicioso es aquel tipo de desarrollo comunitario que se intenta llevar a cabo desde prácticas comunitarias innovadoras y del sistema de salud en las que el trabajo de la Medicina de Familia se extiende en intervenciones en respuesta a los determinantes sociales de salud.
Si quieres ejercer influencia en el sistema de valores de alguien para focalizarte en el paciente como una persona global, y si quieres también alertar a tu paciente acerca de cuestiones como la equidad y las necesidades de la población pobre o marginada, entonces, un papel muy importante que deben desempeñar todos los médicos de familia y sus comunidades es el de ser educadores. Sé que muchos de vosotros asesoráis a graduados y postgraduados para permitirles que aprendan Medicina fuera del hospital – conocer así a la gente, detrás de las enfermedades, y ver las diferentes maneras mediante las cuales sus vidas interactúan con su salud y su bienestar. Todo lo que he dicho acerca del papel que hay que desempeñar a la hora de ser modelos en la asistencia centrada en el paciente, más allá de la riqueza, del fondo o de la clase de paciente, también es un auténtico regalo para los futuros y las futuras médicos y médicas que puede animarles a elegir Medicina de Familia, a dedicarse a la práctica rural, o a trabajar con las comunidades más vulnerables en diferentes marcos… así que muchas gracias a todos aquellos de vosotros que sois educadores, desempeñando estos roles diversos – y por favor, al resto, intentad añadir esta práctica educadora en vuestro frenético día a día, porque hacerlo podría transformar la manera de pensar de los educadores con respecto a los pacientes y en su propio papel como futuros médicos.
Finalmente, tenemos que regresar a los valores que nos unen más que a aquellos que nos dividen, y crear esta aproximación inclusiva a través de nuestro trabajo y formación y, por supuesto, mediante nuestras acciones como ciudadanos y ciudadanas, así como médicos y médicas. En la asistencia sanitaria, y particularmente en la práctica de la Medicina de Familia, tenemos grandes oportunidades para cambiar la forma de pensar de la gente. También tenemos que mantenernos juntos por el derecho de todo el mundo a tener un acceso fácil a una asistencia sanitaria asequible en la que puedan confiar – tener médicos y médicas en los que poder confiar y que estén profesionalmente orgullosos de esta confianza. Tenemos que enfrentarnos a nuestros propios prejuicios y hacer buenos juicios sobre las acciones correctas, ambas hechas desde el conocimiento de los hechos y de los sentimientos. También podemos mostrar los valores correctos ante el estigma, el prejuicio y, desde luego, el racismo. Y a través de nuestras acciones espero que podamos traer mejoras en este nuestro mundo impredecible.
Professor Amanda Howe, President WONCA
Traducción:
Pere Vilanova, Spanish Society of Family and Community Medicine (semFYC) -
Periodismo y comunicación